lunes, 20 de octubre de 2008

JOSE DE MAZARREDO ( y V)

Recibiendo la orden de dirigirse a Cádiz y de tomar el mando de las fuerzas navales que habían de defender aquel puerto.
La escuadra estaba compuesta de veinticinco navíos, de los que cuatro eran de tres puentes, once fragatas y tres bergantines; arboló su insignia en el navío de tres puentes Concepción y en menos de dos meses consiguió organizar las fuerzas sutiles, llegando a reunir ciento treinta embarcaciones, al mando de los generales Gravina y Villavicencio, con las que rechazó los ataques del enemigo, como ocurrió en las noches del tres y del cinco de julio de 1.797.
En el año de 1.798 salió repentinamente de Cádiz con veintidós navíos, tres fragatas y la Vestal, francesa, para sorprender a una división británica de nueve navíos que cruzaba frente a Cádiz.
Un temporal del sudeste lo impidió y previniendo que el cuerpo principal de la escuadra enemiga, que se encontraba en Lisboa al mando del almirante Jervis, viniese contra sus fuerzas, se mantuvo frente a la desembocadura del Guadiana, hasta que abonanzó el tiempo y acertadamente, regresó a Cádiz.
Con arreglo a lo que había previsto, veinticuatro horas después llegaba la escuadra británica con gran superioridad: con cuarenta y dos navíos y varias fragatas y buques menores.
Nombrado Mazarredo capitán general del departamento de Cádiz y terminadas las obras del nuevo Observatorio de Marina en la Isla de León (San Fernando, 1.798), ordenó el traslado del centro en cuestión.
Además de la sección de efemérides, estableció en él dos talleres de relojes (cronómetros), y uno de instrumentos náuticos, servido por artistas enviados al extranjero por propuesta suya, para que se pusiesen al día en los adelantos de Francia y el Reino Unido.
A Mazarredo se debe en los sextantes el movimiento del anteojo paralelo al plano del aparato.
En el año de 1.799, mandando la escuadra, pasó con ella al Mediterráneo, sufriendo un violento huracán en el golfo de Vera, uno de esos chubascos conocidos con el nombre de “fortuna de mar”, que produjo de desarbolado de varios navíos; pasó a Cartagena donde reparó las averías, con increíble rapidez, gracias a su tesón y al de su mayor general Escaño.
En unión de la escuadra francesa del almirante Bruix pasó al Atlántico, fondeando en Cádiz y después en Brest.
En este puerto quedó mandando interinamente la escuadra el general don Federico Gravina, y Mazarredo pasó a París con el almirante Bruix, a concertar las operaciones navales en unión del alto mando francés, y a representar diplomáticamente a España.
Ante el Napoleón, elevado por entonces al Consulado, tuvo que luchar Mazarredo por los intereses de España, amenazados por la ambición de Bonaparte que quería disponer, para su mejor servicio de las fuerzas navales españolas.
La firme actitud de Mazarredo disgustó a Napoleón, que le retuvo en París una larga temporada y gestionó cesase en el mando de la escuadra.
Dócil ya el gobierno español le envió a Cádiz, pretextando que allí hacían falta sus servicios, nombrándosele capitán general de aquel departamento de cuyo cargo tomó posesión el día nueve de febrero del año de 1.801.
Antes de ir a París se la había ofrecido, rehusando el Ministerio de Marina.
Pero es más; no estando conforme con los sistemas seguidos que hacían experimentase la Armada escaseces y calamidades, que él no podía remediar con su autoridad y no queriendo hacerse solidario del desastre que se preparaba, pidió su separación y cuartel para Bilbao, obteniéndolo el día nueve de febrero de 1.802.
En el mes de agosto de 1.804, fue mal mirada su conducta en la corte con motivo de tratar de impedir, los funestos efectos del furor popular y de remediar, los males que traerían consigo la oposición de los intereses locales a los del gobierno.
Aprovechando lo que en realidad no era sino un fútil pretexto, fue desterrado primero a Santoña y después a Pamplona.
Es notable que tanto en el destierro como en sus viajes, mantenía una constante inquietud, por las observaciones astronómicas, que hacía tierra a dentro con horizonte artificial de azogue.
En el año de 1.807 se le autorizó a volver a su anterior residencia, donde le sorprendió el movimiento nacional de la Independencia, contra la invasión francesa.
Napoleón, que conocía su valía, le atrajo a su partido y Mazarredo, cometió la equivocación de aceptar e ir a Bayona, creyendo tener que ceder ante lo inevitable, apartándose así del verdadero camino de los españoles, manchando de ese modo sus méritos anteriores.
No obstante, el cariño que profesaba a su patria y a la armada, le impulsó a luchar, aún dentro del partido del rey intruso, por aliviar la suerte de muchos pueblos y personas.
Cuando el ejército británico abandonó Galicia, al perder después de una tenaz lucha la batalla de Elviña, en que cayó el general sir John Moore, los mariscales Soult y Ney ocuparon El Ferrol donde se encontraban, once navíos, cuatro fragatas y algunos otros buques, que estuvieron a punto de ser trasladados a Francia.
Mazarredo se personó en aquella capital departamental evitando a costa de mucho batallar, que la mayor parte de los buques en cuestión saliesen para Francia, de donde había ya llegado para hacerse cargo de ellos un contralmirante francés, con oficiales y marinería.
Este importante servicio siempre le fue reconocido a Mazarredo por parte de la Armada española.
Una vez efectuada su acción, regresó a Madrid, donde le acometió un ataque de gota, que le originó la muerte, siendo el día veintinueve de julio del de 1.812.
Fue sin duda, para él, una gran fortuna, ya que se libró de las persecuciones que padecieron los afrancesados.



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