martes, 22 de julio de 2008
LA ENFERMERIA EN BILBAO (VI)
A finales del siglo XVIII y comienzos del XIX Bilbao sufrio la presencia de nutridas guarniciones militares con tropas francesas, inglesas, portuguesas y españolas; hubo necesidad de habilitar hospitales militares y soportar una mayor presion sobre el Hospital Civil, cuyos mecanismos de control del gasto se vieron desbordados. Tuvieron lugar algunos episodios en los que Señoras del hospital se vieron envueltas en sospechas de desvio de alimentos, de robos y de corrupcion. Asi fue que, en un documento fechado el 31 de Octubre de 1.920, el Secretario de la Junta del Hospital, Josef Miguel de Asurduy, dio cuenta de la necesidad y conveniencia de traer un grupo de monjas del Instituto de Hermanas de la Caridad de San Vicente Paul que se hicieron cargo de la enfermeria del nuevo hospital.
De esta forma llegaron al nuevo Hospital de los Santos Juanes las seis hermanas del Instituto de las Hermanas de la Caridad de San Vicente Paúl con las que se pensaba solucionar su gobierno y enfermería; pero lo que prometía ser un buen negocio para la Junta de Caridad, los enfermos y la Villa, no tardó en mostrar su lado negativo. Un nuevo Director General del Instituto de San Vicente Paúl, órgano de gobierno de las Hermanas de la Caridad, consideró que el convenio firmado por su antecesor era demasiado complaciente con la Junta General y presentó un ultimátum a la Junta del Hospital, diciendo que había elaborado una normativa general para el gobierno de las hermanas en los hospitales españoles y una parte substancial de dicha normativa chocaba frontalmente con el reglamento del hospital bilbaíno. El punto de roce principal era la propia concepción de la estancia de las monjas en el hospital, pues tanto el convenio primero como la reglamentación del hospital excluían formalmente la presencia de una comunidad religiosa y consideraba que las monjas eran empleadas del hospital que vivían en él, mientras se le exigía la libertad de formar un convento autónomo dentro del hospital, con su comunidad, superiora, capilla y normas propias.
En sesión de noviembre de 1831 el Ayuntamiento respaldó la propuesta de la Junta y así fue como las siete monjas comenzaron a salir del hospital el 10 de noviembre. El Ayuntamiento acordó nombrar un enfermero mayor y una señora (a poder ser consortes), además de tres enfermeras para suplir la labor de las monjas.
Años mas tarde, cuando finalizaba el siglo XIX, volvieron las monjas al hospital y consiguieron mantener en el, durante casi un siglo, una comunidad que obtuvo todos los poderes que habia reclamado antes de ser expulsadas.