jueves, 1 de mayo de 2008
EL CASCO VIEJO (y VI)
El crecimiento se prolongo durante buena parte del siglo XVI, como prueban los 4000 ducados destinados en 1528 a ampliar aún más el ensanche por el Arenal.
Pero esta imagen optimista, expansiva, se vería bruscamente cortada en la madrugada del 9 de noviembre de 1571, cuando un pavoroso arrasó toda la ciudad. Cuando pocos días después el concejo valoró los daños, los estimó en la astronómica cifra de 1.500.000 ducados. La catástrofe serviría para ajustar algunos de los males que arrastraba la villa desde sus orígenes. Se aprovecho entonces para regularizar los viales, alineando las construcciones y dando más anchura a las calles (15 codos o 6.75 metros) a fin de dificultar la propagación del fuego, aunque esta previsión se vio siempre limitada por el hecho de que la mayor parte de las casas volvieron a ser reconstruidas con madera.
Además se trato trató de recuperar algo de espacio intramuros. Asi se adquirieron algunos solares a fin de dar mayor amplitud a la plazuela de Santiago y se abrió un cantón en Somera.
En los siglos posteriores el trazado general de la ciudad apenas cambiaría. Lo más destacable sería la progresiva sustitución, durante los siglos XVII y XVIII, de los andamios de la plaza por las arquerías de obra que aún hoy dan a la ribera su peculiar imagen (aunque sólo unos pocos de los arcos actuales corresponden a aquella época, debiéndose el resto a reconstrucciones posteriores).
Por su parte, el ensanche en dirección al Arenal fue densificándose hasta rematar, en el primer tercio del siglo XIX, con la construcción de la Plaza Nueva, mientras que se lleva a cabo el Plan Loredo de 1.785 que planta las raices, debido al agobio urbanistico, de un futuro ensanche al otro lado de la ria.
El Casco Viejo bilbaíno adquiere así una fisonomía que apenas ha cambiado hasta nuestros días. Estas últimas transformaciones no afectaron de forma directa a la iglesia de Santiago, pero sí en cuanto a su ubicación relativa en el marco de la ciudad. En 1300 el templo ocupaba un extremo del recién nacido casco urbano, casi podríamos decir que quedaba fuera de él. Era entonces uno de los elementos sobre los que pivotaba la villa. Pero sólo un siglo más tarde había perdido este protagonismo, y poco a poco fue engullido por las casas. Sin embargo, a lo largo de los años los ensanches han duplicado la superficie de aquel casco antiguo, y hoy la iglesia de Santiago ocupa aproximadamente su centro.
La posición es la óptima para que Santiago y el Casco Viejo vuelvan a ser el corazón de Bilbao.
Pero esta imagen optimista, expansiva, se vería bruscamente cortada en la madrugada del 9 de noviembre de 1571, cuando un pavoroso arrasó toda la ciudad. Cuando pocos días después el concejo valoró los daños, los estimó en la astronómica cifra de 1.500.000 ducados. La catástrofe serviría para ajustar algunos de los males que arrastraba la villa desde sus orígenes. Se aprovecho entonces para regularizar los viales, alineando las construcciones y dando más anchura a las calles (15 codos o 6.75 metros) a fin de dificultar la propagación del fuego, aunque esta previsión se vio siempre limitada por el hecho de que la mayor parte de las casas volvieron a ser reconstruidas con madera.
Además se trato trató de recuperar algo de espacio intramuros. Asi se adquirieron algunos solares a fin de dar mayor amplitud a la plazuela de Santiago y se abrió un cantón en Somera.
En los siglos posteriores el trazado general de la ciudad apenas cambiaría. Lo más destacable sería la progresiva sustitución, durante los siglos XVII y XVIII, de los andamios de la plaza por las arquerías de obra que aún hoy dan a la ribera su peculiar imagen (aunque sólo unos pocos de los arcos actuales corresponden a aquella época, debiéndose el resto a reconstrucciones posteriores).
Por su parte, el ensanche en dirección al Arenal fue densificándose hasta rematar, en el primer tercio del siglo XIX, con la construcción de la Plaza Nueva, mientras que se lleva a cabo el Plan Loredo de 1.785 que planta las raices, debido al agobio urbanistico, de un futuro ensanche al otro lado de la ria.
El Casco Viejo bilbaíno adquiere así una fisonomía que apenas ha cambiado hasta nuestros días. Estas últimas transformaciones no afectaron de forma directa a la iglesia de Santiago, pero sí en cuanto a su ubicación relativa en el marco de la ciudad. En 1300 el templo ocupaba un extremo del recién nacido casco urbano, casi podríamos decir que quedaba fuera de él. Era entonces uno de los elementos sobre los que pivotaba la villa. Pero sólo un siglo más tarde había perdido este protagonismo, y poco a poco fue engullido por las casas. Sin embargo, a lo largo de los años los ensanches han duplicado la superficie de aquel casco antiguo, y hoy la iglesia de Santiago ocupa aproximadamente su centro.
La posición es la óptima para que Santiago y el Casco Viejo vuelvan a ser el corazón de Bilbao.
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