martes, 8 de julio de 2008

COCHERITO DE BILBAO (y III)

Siguiendo su estela aparecieron Fortuna, Chiquito de Begoña, Torquito, Martín Agüero, quienes marcaron la época dorada del toreo bilbaino, que duraria desde la retirada de ‘Cocherito’ hasta el inicio de la Guerra Civil.
Cocherito redujo su despedida a dos manifestaciones públicas: una en la plaza de Madrid y la otra en la de Bilbao. Los socios del Club decidieron, naturalmente, concurrir a las dos.Y para estar presentes en la plaza madrileña el club organizó un tren especial que condujo a la villa y corte a varios centenares de aficionados bilbaínos
.
La corrida se celebro el 6 de julio de 1919 y en el cartel combinó seis toros de la ganadería de Salas para Cocherito, Joselito y Belmonte. No había nada mejor en la tauromaquia. Los aires de la fiesta abarrotaron de público la plaza y Cocherito alcanzó un triunfo redondo en el último toro que lidió ante el público madrileño.
Joselito y Belmonte abrazaron al veterano lidiador que había escrito en la arena del circo madrileño un curso del toreo bizarro, auténticamente concienzudo. Cocherito dio varias vueltas al ruedo con la aprobación unánime y entusiasta del público. Un revistero de la época señaló que “había recogido tantos cigarros como para poner un estanco”.

Su retirada definitiva tuvo lugar el 31 del siguiente mes en Bilbao con el toro Corchete, de don Argimiro Pérez-Tabernero.
Incluso el rey D. Alfonso XIII y su séquito, que hacían estancia en Las Arenas, acudieron a Vista Alegre para ser unos más en la despedida de Cocherito.
Con Cocherito actuaron Chiquito de Begoña, Torquito y Fortuna en la lidia de ocho toros de Pérez Tabernero.

Desde su retirada Castor Jaureguibeitia Ibarra fue un terrateniente, un pescador y un fotógrafo en San Fernando del Jarama.
El torero de Bilbao moriría el 28 de febrero de 1928 en el Sanatorio de Guadarrama.
A Cocherito le tocó vivir una época que le perjudicó. Si en sus primeros años, las figuras de Bombita y Machaquito, llenaron una etapa de la historia taurina no excesivamente brillante, no tardarían en llegar Rafael, El Gallo, y sobre todo, Belmonte y Joselito, quienes cambiarían las bases del toreo existente. Bases a las que el bilbaíno intentó adaptarse sin éxito.
Fue, sin embargo, un torero que hizo gala de una gran honradez y vergüenza torera. Al mismo tiempo que fue un innovador en algunos aspectos, así por ejemplo llegó a poner incluso seis banderillas de una vez, tercio este en el que mostraba una facilidad sorprendente. Con la espada mostró siempre la seguridad de los grandes estoqueadores. Pero si los aficionados valoraron algo fue, sobre todo, su impecable visión del concepto de la lidia.

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