Además de ser una encrucijada importante de caminos, el barrio se ve partido por la mitad por la ruidosa carretera general que une la capital vizcaína con Galdakao. Por este tramo de la N-634 circulan a diario una media de 33.455 vehículos, 2.509 de ellos son camiones, según los datos facilitados por la Diputación en el año 2006. En una suerte de estrechas aceras, viaductos y pabellones semi-industriales conviven viviendas y un sinfín de pequeños talleres mecánicos y concesionarios de turismos. El automóvil se hace omnipresente en Bolueta.
EL CORREO acompañó ayer a la concejala y presidenta del distrito, Nekane Alonso, y a la edil de Participación Ciudadana, Itziar Urtasun, en un recorrido por la zona. Ambas dieron a conocer las mejoras que las instituciones empiezan hoy mismo a poner en marcha.
Antes de iniciar el recorrido, Alonso deja claro que «todo lo que vamos a hacer está financiado por la Diputación y ha sido consensuado con los vecinos». Los residentes en el barrio comenzaron a movilizarse a finales del mes de marzo. Exigían un refuerzo de la seguridad vial. En su memoria estaba aún reciente el fallecimiento de un anciano de 88 años, que fue atropellado en un paso de cebra «casi borrado» por el paso del tiempo. En los últimos meses, el consejo de distrito ha trabajado para coordinar a los técnicos municipales y forales de cara a acelerar el proceso y poner en marcha las mejoras prometidas por el alcalde.
«La gente va muy rápido»
El paseo comienza al final de la calle Pintor Losada. «Aquí va el primer semáforo», explica la presidenta del distrito. «Su función: dar seguridad a los peatones, pero también nos servirá para ralentizar el tráfico rodado», asegura. «La verdad es que pasar ahora, tal y como está, resulta peligroso por la gran velocidad a la que circulan los vehículos», añade la concejal.
Las dos ediles continúan por la acera situada frente a la gasolinera. «Es que la gente va muy rápido, casi nadie respeta la velocidad», advierte Urtasun. «Es cierto», corrobora Alonso. El siguiente punto negro es la bajada de Sagarminaga, donde falleció atropellado el anciano. «Fijate como hacen caso omiso de la señal», le dice una corporativa a otra, después de que un 'Opel Corsa' se saltara el stop. «Éste es un lugar especialmente peligroso. Aquí va el otro semáforo», apunta Alonso.
Las mejoras continúan con la colocación de vallas para impedir que los peatones puedan cruzar por sitios inadecuados. «La verdad es que es difícil colocar las protecciones, porque hay muchos talleres que tienen vados autorizados y no se les puede cerrar», explican.
El siguiente punto importante de actuación será el tramo que enlaza el inicio de la cuesta que baja hacia el metro y el supermercado Eroski. Es un lugar muy transitado por los vecinos, muchos de ellos acarrean pesadas bolsas. La mayoría de las veces se ven obligados a salir a la carretera, porque los coches aparcados sobre una especie de acera discontinua impiden el paso. «Haremos una acera en condiciones», sostiene la presidenta del distrito.
Las primeras mejoras se completarán con medidas más costosas y complementarias, como la construcción de una rotonda y un aparcamiento en superficie de 150 plazas. Pero para que las obras de estas reformas más complejas echen a andar tendrá que pasar «al menos un año». Y la que parece la solución definitiva -al menos para reducir el tráfico-, la construcción de la Variante Este, todavía tendrá que esperar mucho más.
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