Durante tres siglos, las instituciones encargadas de regular la vida de los bilbaínos fueron dos: el Ayuntamiento y el Consulado de Bilbao existente de 1.511 a 1.829 (ya comentado)
EL CONCEJO
Los diferentes cargos oficiales del Concejo quedaron definidos en el fuero de fundación.
Así existían los alcaldes, de elección anual, en número de dos (uno por el bando de Oñaz o procastellanos y otro por el de Gamboa o pronavarros), siete regidores (uno por cada una de las calles de la villa y a la que representaban), el preboste (nombrado por el señor y encargado de las tasa e impuestos).
Todos ellos, junto con los escuderos y hombres buenos formaban el Regimiento. Reunidos en la cámara del Concejo, sus funciones eran electiva (elegían al nuevo regimiento), ejecutiva, judicial y legislativa, como en el resto de municipios.
Durante los primeros años de existencia de la villa, Bilbao se vio envuelta en numerosos altercados con los poderosos terratenientes de la zona: los Leguizamón, Zamudio, Arbolancha, Basurto... En la propia villa lucharán los Leguizamón contra los Zurbaran, los Arbolancha contra los Zurbaran...
Al comenzar el siglo XV las cosas parecen cambiar ligeramente. Tal vez la población se encontrase más que harta de aquel clima continuo de guerra, tal vez el desarrollo del comercio hiciera que ahora todos tuvieran mucho más que perder y bien poco que ganar.
Asi en 1435 se firma la paz entre los linajes de Bilbao y el Concejo de la villa. A partir de ahora se elegirá un solo alcalde, que represente a los vecinos y no a los bandos. En este año el rey de Castilla Juan II y XXII Señor de Vizcaya, desde 1.405 hasta 1.454, nombró un único alcalde, condenando a muerte a los cabecillas de ambos bandos.
Se fija taxativamente “... que había ser hombre común y no de bando o tregua alguna...”. Se crea también la figura de los fieles de mercaderes y, finalmente, se prohibe el acoso a los barcos, marinos y mercaderes que llegasen a la villa
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