lunes, 12 de enero de 2009
DESALOJAN VARIOS EDIFICIOS DE BILBAO TRAS UNA EXPLOSION DE GAS EN UN PISO
LA PESTE NEGRA (I)
Bilbao sufrió en 1.530 una de las mas devastadoras epidemias de su historia. La peste doblego y enloqueció cruelmente a la villa durante meses. Los fallecidos se contaron por cientos.
El miedo se instaló en Bilbao con las primeras noticias. De poco sirvieron las palabras de consuelo de los más optimistas porque la muerte se acercaba poco a poco. A Italia la parca llegó en 1.529 y sometió la península con un terror inimaginable. Más tarde, en 1.530, la negra sombra de la enfermedad maldita alcanzó Tubinga, Weimar y París. Finalmente, en marzo de ese mismo año, la peste llegó a Bilbao. Un oscuro manto de pavor y desesperación se extendió dramáticamente por toda la villa. Tras los primeros casos -Zorroza, Zubileta y Barakaldo-, el síndico procurador de la ciudad se acercó a los lugares infestados para ofrecer a las autoridades un informe de lo que estaba ocurriendo.
No cabía la menor duda. Se trataba de la peste, también conocida como «anguinalgia, pestis inginaria, pestis atrocísima, muerte negra, muerte densa». Sus efectos eran horribles, similares, llegaron a pensar, a los peores castigos del infierno. En algunos casos, el afectado sufría fiebres muy altas y llegaba a echar esputos sanguinolentos. En otros, aparecían unos bulbos en las partes extremas, sobre todo, en las axilas. La consecuencia inmediata de aquella especie de maldición bíblica se tradujo en la irrupción de la irracionalidad más absoluta carente de cualquier sentimiento de humanidad. Como señala Teófilo Guiard y Larrauri, ante la certeza de hallarse frente a la muerte, «sucedía un pánico general, el terror abatía a poblaciones enteras y para librarse del contagio se ideaban prácticas feroces».
La mayor parte de la veces los cuerpos de los afectados eran abandonados en las calles o, simplemente, se les pegaba fuego en el descampado más próximo. Incluso, en más de una ocasión, ante la más mínima sospecha se procedía, sin miramiento alguno, bien a su incineración o a darles tierra.