lunes, 12 de enero de 2009

DESALOJAN VARIOS EDIFICIOS DE BILBAO TRAS UNA EXPLOSION DE GAS EN UN PISO

Los vecinos del número 35 de la calle Zamakola de Bilbao se llevaron esta madrugada un buen susto. Poco antes de las dos, un estallido provocó el sobresalto de los inquilinos al registrarse una explosión de gas en una vivienda situada en el tercer piso del edificio que no dejó heridos, según indicaron fuentes del Departamento de Interior.
Una llamada realizada a la 01.54 horas alertó del incidente a los Bomberos, que se desplazaron hasta el lugar con la finalidad de evaluar el alcance de los daños. Los responsables de los equipos de emergencia decidieron, por razones de seguridad, el desalojo del inmueble y de los edificios colindantes mientras se comprobaba la posible existencia de daños en la estructura como consecuencia de la onda expansiva. También acudieron a la calle Zamakola una patrulla de la Policía Municipal y técnicos de Naturgas, que permanecían en la zona mientras los vecinos intentaban combatir como podían la gélida temperatura.
Para las 3.00 horas los vecinos, salvo los del piso afectado, podían regresar a sus domicilios. Fuentes de la Ertzaintza no pudieron precisar si, en el momento de la deflagración, la vivienda, que sufrió importantes desperfectos en la cocina y otras habitaciones colindantes, se encontraba ocupada.

LA PESTE NEGRA (I)

Bilbao sufrió en 1.530 una de las mas devastadoras epidemias de su historia. La peste doblego y enloqueció cruelmente a la villa durante meses. Los fallecidos se contaron por cientos.

El miedo se instaló en Bilbao con las primeras noticias. De poco sirvieron las palabras de consuelo de los más optimistas porque la muerte se acercaba poco a poco. A Italia la parca llegó en 1.529 y sometió la península con un terror inimaginable. Más tarde, en 1.530, la negra sombra de la enfermedad maldita alcanzó Tubinga, Weimar y París. Finalmente, en marzo de ese mismo año, la peste llegó a Bilbao. Un oscuro manto de pavor y desesperación se extendió dramáticamente por toda la villa. Tras los primeros casos -Zorroza, Zubileta y Barakaldo-, el síndico procurador de la ciudad se acercó a los lugares infestados para ofrecer a las autoridades un informe de lo que estaba ocurriendo.

No cabía la menor duda. Se trataba de la peste, también conocida como «anguinalgia, pestis inginaria, pestis atrocísima, muerte negra, muerte densa». Sus efectos eran horribles, similares, llegaron a pensar, a los peores castigos del infierno. En algunos casos, el afectado sufría fiebres muy altas y llegaba a echar esputos sanguinolentos. En otros, aparecían unos bulbos en las partes extremas, sobre todo, en las axilas. La consecuencia inmediata de aquella especie de maldición bíblica se tradujo en la irrupción de la irracionalidad más absoluta carente de cualquier sentimiento de humanidad. Como señala Teófilo Guiard y Larrauri, ante la certeza de hallarse frente a la muerte, «sucedía un pánico general, el terror abatía a poblaciones enteras y para librarse del contagio se ideaban prácticas feroces».

La mayor parte de la veces los cuerpos de los afectados eran abandonados en las calles o, simplemente, se les pegaba fuego en el descampado más próximo. Incluso, en más de una ocasión, ante la más mínima sospecha se procedía, sin miramiento alguno, bien a su incineración o a darles tierra.